REFLEXIONES ASPEFIP
UN GRAN ACUERDO NACIONAL
Miguel Ángel Polo Santillán
Lima, domingo 9 de julio de 2017
Lima, domingo 9 de julio de 2017
Una vez más nos vemos atrapados por los escándalos de corrupción que remecen las esferas políticas y económicas de nuestro país. Y como era de esperar, no estamos preparados para enfrentar estos acontecimientos. Unos hablan de leyes más severas, otros que solo se cumpla la ley, otros de la reforma del poder judicial, de la fiscalía hasta de la contraloría. Todos parecen tener recetas para superar la corrupción nacional, pero hablan desde sus propias trincheras personales, laborales, estatales, políticas o religiosas. ¿Y por qué no damos pasos efectivos?
Sabemos que la república se fundó con la exclusión de las poblaciones amazónicas, indígenas y afroperuanas. Una república de criollos cuya práctica discriminatoria cultural y política marcaría la historia de la nación. Y eso es una de las condiciones que se sigue repitiendo en el ejercicio del poder político: la cosa pública solo es asunto de una casta política, mientras los demás somos espectadores. Y damos como natural este proceso representativo sin darnos cuenta que detrás de ello estamos continuando la exclusión de los ciudadanos de los asuntos públicos. Eso es una de las principales causa de las protestas sociales, pues los pobladores peruanos seguimos sintiéndonos excluidos de nuestros propios destinos. ¿Es que habrá que optar por un populismo y un gobierno de referéndums populares constantes? No, esa no es la idea.
Afirmo que estas prácticas discriminatorias, excluyentes, tanto social como políticamente, son obstáculos que debemos superar como nación. ¿Y cómo hacerlo? No hace falta ser un sabio platónico para proponer lo siguiente: un gran acuerdo nacional sobre grandes ejes de bienestar y desarrollo, un compromiso de todos los actores sociales a cumplir con esos acuerdos, solo en torno a esos acuerdos podemos pensar las nuevas instituciones, leyes y participación política. Si esto no es posible seguiremos teniendo leyes que no se cumplen porque nadie se siente involucrado en ellas, por lo que son vistas como expresiones o imposiciones de grupos de poder; instituciones públicas que solo buscan una racionalidad burocráticas sin pensar en los ciudadanos, por lo tanto dispuestas a seguir las directrices de quien tiene poder; protestas sociales porque los funcionarios políticos olvidan servir a los ciudadanos y ven como negocio privado su actividad pública.
Un gran acuerdo nacional sobre los asuntos más vitales para seguir viviendo como sociedad y a los cuales se subordinen todos los demás aspectos de la vida pública. ¿Qué no es posible? Nietzsche ya afirmaba que toda institución requiere para sostenerse instinto, voluntad, es decir, que se exprese en “esto es lo que queremos como país”. Y desde ese acuerdo puede darse la nueva crítica política, el juicio sobre las acciones, los grupos y las instituciones. Porque hasta ahora solo escuchamos juicios fragmentados, divididos por intereses partidarios o económicos, y todos dicen pensar en el país. Y hacemos de la política un campo de batalla, donde gana el que tiene más fuerza, no solo porque haya convencido a la población sino porque es financiado por oscuras fuentes económicas.
Este acuerdo nacional debería convocar a todos los sectores sociales (colegios profesionales, universidades, gremios de empresarios y trabajadores, organizaciones campesinas, etc.), por lo tanto, una oportunidad para generar un gran debate nacional sobre lo que queremos, de lo contrario solo podrían llamarse a algunos “representantes” y decir luego que llegamos a un acuerdo. De eso ya hemos tenido y con poca trascendencia. Y es en base a ese acuerdo que debe darse el compromiso de los sectores sociales y políticos nacionales.
¿Qué bicentenario vamos a recibir? ¿Uno donde siga habiendo una sociedad peruana fragmentada, sin horizonte, donde cada uno (individual o grupalmente) hace lo que quiere? ¿O uno donde por fin nos hayamos puesto de acuerdo sobre qué Perú queremos, acuerdo como fruto de un diálogo, debates, conversaciones, polémicas nacionales? Si eso no es posible, estamos destinados a imposiciones de grupos, a dominios extranjeros, al vaivén de las buenas y malas voluntades de individuos y de grupos. Ese es el reto mayor que tenemos si queremos ser un país viable.
Sabemos que la república se fundó con la exclusión de las poblaciones amazónicas, indígenas y afroperuanas. Una república de criollos cuya práctica discriminatoria cultural y política marcaría la historia de la nación. Y eso es una de las condiciones que se sigue repitiendo en el ejercicio del poder político: la cosa pública solo es asunto de una casta política, mientras los demás somos espectadores. Y damos como natural este proceso representativo sin darnos cuenta que detrás de ello estamos continuando la exclusión de los ciudadanos de los asuntos públicos. Eso es una de las principales causa de las protestas sociales, pues los pobladores peruanos seguimos sintiéndonos excluidos de nuestros propios destinos. ¿Es que habrá que optar por un populismo y un gobierno de referéndums populares constantes? No, esa no es la idea.
Afirmo que estas prácticas discriminatorias, excluyentes, tanto social como políticamente, son obstáculos que debemos superar como nación. ¿Y cómo hacerlo? No hace falta ser un sabio platónico para proponer lo siguiente: un gran acuerdo nacional sobre grandes ejes de bienestar y desarrollo, un compromiso de todos los actores sociales a cumplir con esos acuerdos, solo en torno a esos acuerdos podemos pensar las nuevas instituciones, leyes y participación política. Si esto no es posible seguiremos teniendo leyes que no se cumplen porque nadie se siente involucrado en ellas, por lo que son vistas como expresiones o imposiciones de grupos de poder; instituciones públicas que solo buscan una racionalidad burocráticas sin pensar en los ciudadanos, por lo tanto dispuestas a seguir las directrices de quien tiene poder; protestas sociales porque los funcionarios políticos olvidan servir a los ciudadanos y ven como negocio privado su actividad pública.
Un gran acuerdo nacional sobre los asuntos más vitales para seguir viviendo como sociedad y a los cuales se subordinen todos los demás aspectos de la vida pública. ¿Qué no es posible? Nietzsche ya afirmaba que toda institución requiere para sostenerse instinto, voluntad, es decir, que se exprese en “esto es lo que queremos como país”. Y desde ese acuerdo puede darse la nueva crítica política, el juicio sobre las acciones, los grupos y las instituciones. Porque hasta ahora solo escuchamos juicios fragmentados, divididos por intereses partidarios o económicos, y todos dicen pensar en el país. Y hacemos de la política un campo de batalla, donde gana el que tiene más fuerza, no solo porque haya convencido a la población sino porque es financiado por oscuras fuentes económicas.
Este acuerdo nacional debería convocar a todos los sectores sociales (colegios profesionales, universidades, gremios de empresarios y trabajadores, organizaciones campesinas, etc.), por lo tanto, una oportunidad para generar un gran debate nacional sobre lo que queremos, de lo contrario solo podrían llamarse a algunos “representantes” y decir luego que llegamos a un acuerdo. De eso ya hemos tenido y con poca trascendencia. Y es en base a ese acuerdo que debe darse el compromiso de los sectores sociales y políticos nacionales.
¿Qué bicentenario vamos a recibir? ¿Uno donde siga habiendo una sociedad peruana fragmentada, sin horizonte, donde cada uno (individual o grupalmente) hace lo que quiere? ¿O uno donde por fin nos hayamos puesto de acuerdo sobre qué Perú queremos, acuerdo como fruto de un diálogo, debates, conversaciones, polémicas nacionales? Si eso no es posible, estamos destinados a imposiciones de grupos, a dominios extranjeros, al vaivén de las buenas y malas voluntades de individuos y de grupos. Ese es el reto mayor que tenemos si queremos ser un país viable.